El destino de todo texto

El destino de todo texto
Aldous Huxley "Si uno es diferente, está condenado a la soledad"

lunes, 15 de enero de 2024

 INSTRUCCIONES DE INSCRIPCIÓN Y PAGO

SEMINARIO "LA ERA DE LA ANSIEDAD"

1 DE FEBRERO DE 2024

ROBERTO PALACIO - SEMINARIOS LA VIDA EXAMINADA



Datos de Inscripción: transferencia de $ 250,000 COP a
Daviplata 3132110703
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A nombre de Roberto Palacio cc 80412968
(Favor adjuntar comprobante de pago dirigida al correo palacio.roberto@gmail.com 
o al Whatsapp 3132110703)


CUALQUIER INFORMACIÓN ADICIONAL ESCRIBIR A PALACIO.ROBERTO@GMAIL.COM,

 

CALUROSO SALUDO

 

ROBERTO PALACIO F

DIRECTOR SEMINARIOS LA VIDA EXAMINADA (BRAINTREE SAS)

+57 3132110703

WWW.ROBERTOPALACIO.COM






sábado, 4 de marzo de 2023

ROMA


Gabriela se parece a ti de mil maneras. Son detalles ínfimos: la forma de los pies, algo en la mirada, su carácter es llevadero y tranquilo pero conoce la angustia. Le gusta reírse por nada y sufre en exceso cuando no está en un ambiente amigable. Dice tonterías como tú lo hacías y es la que más se ríe de ellas. Largos años te separan de su vida. He soñado que la conoces y que por un momento las vidas de las dos recorren una misma línea del tiempo. Con los años he llegado a soñar con muchas cosas que no sucedieron y que no sucederán: que un día milagrosamente regresas, pero que a nadie extraña, y los dos retomamos la conversación; que yo no hubiera perdido todos esos años siendo un tonto; que cada momento contigo lo pudiera recordar sin tanto esfuerzo. Una cosa no se ha ido y creo que ya no se irá: aprendí de ti el arte de conversar con los hijos…sin imposiciones, sin exigencias de reconocimiento “¡porque soy tu madre y me debes ese respeto!”. Siempre hablé con Gabriela de esa manera y cuando comenzó a producir sus propias palabras, las produjo en la misma clave.


Ahora está en Roma. No sé si regresará. A pesar de estar en esa ciudad cargada de pasado, su mundo es pequeño, Hoy por primera vez me mostró fotos de sus amigas, otras chicas confundidas que ríen por nada y que toman fotos de los que consideran los más feos y los más guapos del salón. Los comenté con ella como si fuera yo también a decidir algo, como si fuera una de sus amigas. Imagínate, ¡un viejo de 55 años, una edad que excede la máxima que tu tuviste, hablando de chicos adolescentes! Pero es su mundo, son sus cosas. Y son los pocos temas que ahora tenemos porque hemos perdido las experiencias conjuntas.

Pero luego fue ella la que me habló a mí en ese tono que asumió desde el momento en que aprendió a hablar, con certeza, con un toque de nostalgia en la voz. Había decidido que ella se vería como una turista, así estuviese allí por años. Que sabía que extrañaba su hogar, que es donde hicimos la vida contigo. Me pareció una decisión que no la obligaría a encajar a la fuerza. Pero sobre todo, comprendí que a donde fuera llevaría una parte de su casa, porque te lleva a ti con ella. Y en cierta forma sé que es tu forma de estar en este mundo. 

Nunca serás olvidada.

 


viernes, 4 de marzo de 2022

Estrellas de Papel

 

(Un obituario a mi madre Olguita en sus 27 años de ausencia)

Hace tiempo no soñaba contigo. Anoche como en una premonición de tu día, llegaste en uno de mis sueños. Ni siquiera recuerdo por qué estaba yo en donde estaba. Era la cocina de nuestra casa, pero al tiempo no lo era. En los sueños sucede como si las sensaciones de intimidad, cercanía se desprendieran de las cosas y gravitaran hacia otras, unas que inventamos. En los últimos sueños te había visto en sitios extraños, viviendo sola en una casa, con el pelo corto. Ya no enferma sino penitente, una vida sin mundo. En este eras la de siempre, pero en tu cara se veía mi cansancio. Es la forma que los sueños tienen de elaborar la muerte; rostros que como habitaciones están quebrados, decadentes, ciudades perdidas, mundos lejanos estancados que como en un breve filme se repite automáticamente su inacción, una y otra vez sin fin. Así es tu vida ahora para mí, una especie de cinta ocre, irreal que revivo repetitivamente, una en la que las palabras ya no significan. Todo esto, que parece tan remoto y muerto, es un objeto amado que se atesora incluso resquebrajado por todas las veces que lo he repasado. Mi talismán es ese período especial y único que te perteneció. Y no lo quiero olvidar así el juego me tronque a mí.

En el sueño, yo me quejaba de la manera en que me hablaba mi hija Gabriela, que el día de hoy me había sumido en el dolor: con ironía, con indolencia. En el breve período en que te vi, lo elaboré como una queja por la forma en que yo te trataba a ti, con la misma dureza y las palabras inmisericordes cuando era un adolescente. ¡Yo me quejaba contigo de las cosas que te había dicho! La locura de los sueños no se equipara con la de la vigilia, aunque en los sueños tenga sentido. Como sucedía cuando vivías, me consolaste por las cosas que yo hacía, y me perdonaste las que me pasaban. Tenías ese poder de redimir. Siempre lo tuviste, uno muy real y certero. Ahora sin padre ni madre -la ridícula confesión de un hombre de 54 años de su orfandad-, me falta ese poder. ¡Cómo lo he añorado en mil circunstancias, en mil derrotas! Y cómo me arrepiento de no haberlo reconocido antes en ti. La nostalgia es el dolor del pasado que no podemos borrar y que se transforma en otra cosa: a menudo en algo semejante a la alegría y el consuelo. Pero a veces en esta sensación de otra vida del pasado que no podemos cambiar y sólo nos queda sentarnos a presenciar. Tal es mi nostalgia por ti.

En el sueño, el dolor por las palabras de mi hija se transformaba paulatinamente en una declaración de derrota personal. A menudo he tenido esta sensación de haber sido sobrepasado por la vida, de que mi forma de ser me eclipsó como la sombra de un árbol que lo priva a él mismo de la luz del Sol. De tantas cosas me perdí, decía patéticamente en el sueño, lo vociferaba. Y me diste la razón. Yo me asombraba de que lo dijeras.

Qué extraño es que lo asombren a uno cosas que uno mismo ha creado. Yo quería que me dijeras que no había arruinado mi vida, pero me dijiste justo lo contrario. E intentaste confortarme. Te veías cansada en ese momento, con el rostro agotado. Habías estado haciendo los oficios de la casa todo el día, una que era nuestra casa, pero que no lo era. En el sueño lo comprendía aunque yo era este hombre de mi edad que nunca conociste, y tú eras mi madre de niño. Te sentaste y me explicaste que me ayudarías a reponer todas las piezas faltantes de mi vida. Tuve la sensación clara de que había dejado de mirarte hace rato mientras me hablabas.  En algún momento levanté la cara y me asombró verte. Tenías estrellas doradas de papel desgastado y viejo en la cara, pero que relucían como el oro real.