He sido un acérrimo objetor a la idea de retirar de los
semáforos a los robots humanos, esos seres forrados en tela de aluminio que en
alguna parte de su humanidad tienen instalada la alarma de un carro. He sido un
enemigo porque es nuestro proyecto de IA (inteligencia artificial), sólo que lo
tenemos al revés; mientras en Silicone Valley se intenta que las máquinas
actúen como humanos, intentamos que los humanos tengan la mínima precisión de
una máquina. Esos robots no son un hobbie casual, son una meta de nuestro
pueblo.
Pero me duele ver cómo todo el proyecto parece destinado al fracaso; esos robots han venido evolucionando en personas con apariencia
normal aunque conservaron parte de su cerebro positrónico; ahora son una central de datos para las busetas que quieren saber qué
tanta ventaja les lleva la que acaba de pasar. Como los primeros computadores,
se fueron volviendo más amigables para el usuario. Eso sí, que nadie diga que no
avanzamos a la velocidad promedio en que avanza la tecnología en el mundo.