El destino de todo texto

El destino de todo texto
Aldous Huxley "Si uno es diferente, está condenado a la soledad"

domingo, 12 de diciembre de 2010

Un grito libertario contra las instrucciones chinas

Instrucciones para hacer reír a un chino


La Vie mode d'emploi, Georges Perec

No hay nada que mate la felicidad navideña como un manual de instrucciones. Cuando ya no se puede configurar el ipad, el Blackberry, armar la nueva consola, o encontrar en botón de encendido de la muñeca que come y defecta y se ríe y llora, no queda más que leer a las instrucciones. Es una medida tan desesperada como acudir al soporte técnico en línea de Windows cuando uno trabajó toda la tarde en un archivo bajado que no guardó, y orondo lo cerró. ¿Por qué no escribirle de una a Bill Gates? Tal vez él tenga una carpeta con todos los trabajos perdidos. Sentado en la cima del mundo, lee tu correo y se empieza a reír in crescendo como Bob Patiño, hasta que le da tos. Nunca he sido el tipo de persona que aguante esa espera. No soporto esas secuencias al estilo:

1. Presione Program (el indicador setup parpadea) - ¡Voy Bien!

2. Presione Reset (se visualiza ‘r’ en la unidad de base) - ¿Cuál es la unidad de base? El mío no la trae…

3. Ingrese su clave secreta (aparecerá el código RIM) - ¿Código RIM? ¿Lo marco con los ceros iniciales?

4. Con los dedos meñiques de los pies, introduzca un número primo y par entre 03-99, sosteniendo el teclado con la lengua (Sonará un pitido)

Bla, bla, bla….

Mejor: Sonará un estallido. Prefiero dañar el aparato; si me toca aguantar, que sea por lo inevitable. Por lo general el técnico que lo arregla le enseña a uno cómo manejarlo sin manuales. Las instrucciones son para ñoños y para gente que no es famosa.

Yo me leo los ‘modos de empleo’ de las cosas más básicas, buscando provocarme la ira. El Shampoo es un ejemplo clásico. El Denorex Ultra: ‘Aplique y masajee vigorosamente. Enjuague bien y repita la operación.’ ¿Qué debo hacer, seguir lavándome sin fin como en un cuento de Borges? ¿Esta gente de verdad cree que venderá más si propone usos infinitos? ¿Acaso leeremos en los diarios: ‘El señor Juan Pérez murió ayer por inanición luego de estarse duchando por más de veinticinco días seguidos, habiendo consumido cincuenta cajas de Denorex. Con sus últimos alientos, lejos de despedirse de los suyos, tomó el frasco, se aplicó la sustancia vigorosamente, enjuagó con abundante agua y falleció cuando intentaba repetir la operación.’? La practicidad de las instrucciones genera unas metafísicas insoportables.

Los productos femeninos traen instrucciones en segunda persona. Muchos son tristemente lacónicos, incluso aleccionan sobre cómo enfrentar el dolor. Las bandas depilatorias Veet dicen: ‘Aplica una de las bandas sobre tu piel y frota repetidas veces en el sentido de crecimiento del vello. Inmediatamente, con una de tus manos, estira la piel del final del área a depilar, en un movimiento rápido y firme, retira la banda hacia atrás, en dirección contraria al crecimiento del vello. Si sientes dolor, presiónate la piel con las manos.’ Hubieran podido incluir una lista de palabras a proferir en el momento del halón: ‘…retira la banda hacia atrás, en dirección contraria al crecimiento del vello. Si sientes dolor, desahógate con cualquiera de estas frases; «Grandísimo hijo de la *&%#®*!», «Ah, vida *&%#®*!», «Pedazo de *&%#®*!»’, porque si a uno no se le ocurre tocarse donde le duele, quizá tampoco sepa qué decir en el instante de la verdad. Las instrucciones de la Neutrogena Anti-Wrinkle, una crema para contrariar los efectos del tiempo, advierte: ‘Puede experimentar cosquilleo o enrojecimiento. Esto es normal y transitorio’. Claro, en este mundo de la belleza, ‘cosquilleo’ es un eufemismo para ‘ardor’. El Napalm también producía ‘cosquilleo’, aunque dudo que los americanos le advirtieran a los vietnamitas desde los helicópteros que eso era normal. Yo me imagino que Neutrogena se imagina que la gente se imagina la escena así: ‘Ella se aplica la crema, siente cosquillas. Sale corriendo del baño a las carcajadas. Mientras se tira en la cama le pregunta a su marido «Mi amor, ¿qué serán estas cosquillitas», «Cariño, es tu juventud que te abandona como el frío a una nevera sin empaque»’. Lo normal son las arrugas, y lo que es transitorio es la juventud. Habrá que recordárselo a algunas mujeres que ahí siguen por pura terquedad. Cher: no envejecer a tu edad ya es de mal gusto. Otras instrucciones están tan mal redactadas que resultan ofensivas. Las del Siluet 40, Piel de Naranja, un jabón para adelgazar, parecen sugerir que la piel de naranja es de la usuaria: ‘Mientras toma un baño, aplique el jabón por espacio de tres minutos masajeando vigorosamente el área con la piel de naranja como muslos y caderas’. Esta gente, por andar muy ocupada vendiendo, cometen un error de redacción que se conoce y se sabe enmendar desde hace más de dos mil años.

Pero el pináculo de la instrucción torcida e incomprensible es la del producto chino. Hay muchos ejemplos. Las pastillas adelgazantes Pai You Guo, quizá el adelgazante natural chino más popular en el mundo entero, describen su producto así (transcribo tal cual está impreso en la caja): ‘Con una nueva generación delaceite de Pai de aceite adelgazando la bellezadel humedecer a intestinal y de las formulacionesde los gránulos y de los resultados rápidamente, el mismo dia resulta’. ¡Maldito insensible el que es ajeno a la belleza del ‘humedecer a intestinal’ y de las ‘formulaciones de gránulos’!

Pero el poeta chino no se detiene allí, más adelante construye metáforas para hundir del todo cualquier posibilidad de ver belleza en la obesidad. ¿Para quién es el producto?: ‘[…]El gentío conveniente: la condición de gordura simple, gordura durante adolescencia o luego de dar nacimiento, sobre todo conviene la gordura que se llama con sentencia popular: cintura como balde, panza de general, la pierna de elefantey ete étera’. Estas culturas milenarias conocen la miseria humana: tenerse que preguntar si uno ya llegó a la pata del elefante, o a la panza de general. Y eso que no hemos abordado aún las instrucciones. Parecen el manual de un escuadrón de fusilamiento chino, redactado por un grupo de alcohólicos anónimos influidos por el Tao: ‘La forma de beber: Una vez cada día, una bala cada vez, se la bebe con el agua caliente cantidad apropiada o baña en la sopa de arroz en la mañana.’ Claro, también me puedo tomar dos seguidas si perdí el restaurante de fideos en un juego de Mah Jong, y terminar de una vez con la pata de elefante.

Es difícil creer que soy fiel al texto, pero de hecho, tomé la decisión de pedirle a la dueña de almacén chino de Galerías llamada Fú que me regalara una caja vacía del producto para no permitirme siquiera una elipsis, ni terminar tomando Pai You Guo. Ella, con una sonrisa accedió aunque no comprendió del todo para qué quería yo una caja de pastillas vacía. Intenté explicarle que investigaba para un artículo sobre las instrucciones y que las de los productos chinos resultaban especialmente difíciles para los colombianos -por no decir que para el resto de la especie-. Se quedó mirándome un rato en silencio a través de esas campanitas que suenan con el viento y que no tienen nombre en español y me preguntó si comía mucho. Yo le dije que sí y soltó una carcajada. Tal vez algunas de las cosas más difíciles se logran sin instrucciones.

Roberto Palacio F.

domingo, 12 de diciembre de 2010


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