Acaban
de nombrar de Ministra de Educación a Gina Parody, otra de estas mujeres
emprendedoras, gerenciales y maravillosas “técnicas”…los eufemismos con los que
se denomina a los políticos. Alegaba la impertinencia de la decisión con mi
ex-esposa, cosa que no le recomiendo a nadie. Ella sostenía, quizá simplemente porque yo
decía lo contrario, que el acierto de Santos era total, bajo el viejo cliché de
que necesitamos un buen gerente. No
supe cómo manifestarle entonces mi molestia; creo que algunos nos
convertimos en escritores por que se nos ocurre qué responder, pero al día
siguiente.
Bien,
han pasado las 24 horas para articular los elementos de mi indignación, algo que va más o menos así: considérese por un momento si la
educación es “materia” que deba ser gerenciada. No todo mejora cuando se somete
a un proceso de escrutinio, eficientización y números; hay cosas en donde gana,
como decía el filósofo Ludwig Wittgenstein, quien llega de últimas; la
educación el mejor ejemplo. Los años de “gerencia” con Maria Fernanda Campos
nos dejaron la situación desastrosa de que nuestros niños bordean el
analfabetismo funcional. ¿Acaso hay que recordar que en las pruebas internacionales
PISA hace unos años los niños colombianos quedaron en los últimos lugares justo
al lado de países como Pakistan y Afganistán? En abril de este año quedaron en
el puro y simple último lugar cuando de resolver problemas de manera creativa
se trataba. La educación está en una situación tan ominosa que seguramente lo que se necesite sea un cirujano más que el
gerente de la clínica; en este caso y para seguir con la analogía, alguien que
sepa de educación, no alguien que la aprecie, que tenga muchos libros sobre
ella en casa (como decía el director de la Aerocivil Santiago Castro cuando le
preguntaban qué sabia de administración aero-nautica). Lo diré sin más, se
requiere un educador: ¿o acaso en el gabinete de economía, cosa que nos
preocupa de verdad, nombramos gerentes y no economistas? Los educadores son
confusos personajes aletargados a quienes las teorías y la lectura han
enloquecido…no les confiaríamos una chequera. Probablemente; educar en la
imaginación implica no dejarse sumergir del todo en las circunstancias, no
sucumbir ante lo actual. ¿Pero acaso no es mejor nombrar expertos en el tema de
la cartera y confiar en que se asesorarán en materia gerencial que nombrar
expertos gerentes o políticos y confiar que de alguna manera aprendan del tema
de su ministerio? ¿No le extraña al lector que una misma persona como el ministro
Cárdenas se pueda pasear de la cartera de Minas a la de Hacienda como si fuera
un hombre del Renacimiento? Y es eso justamente lo
que se requiere; frente a la lectura de resultados de la gerencia, de los
informes hechos en un día, de la regla primero que el criterio, de la
obediencia a los números, lo que queremos es volver a educar en la hipótesis,
en el atrevimiento que implica entender, en ir despacio, en comprender. ¿Cómo educará
un gerente bajo el supuesto de que sus clientes, en este caso los estudiantes,
siempre tienen la razón? ¡Cinco aclamado para todos y sigan pagando la
matrícula con nosotros! La educación debe ser sostenible, pero eso no quiere
decir que ha de manejarse como un negocio. Lo último que queremos es otro
gerente; y no se diga lo que los políticos han hecho con los textos y la
enseñanza.
¿Qué
pasará con la gerencia en educación? Que seguramente vengan más intentos de
hacer consorcios público-privados en un país en donde el sector industrial y
gerencial no se nutre de la investigación hecha en Colombia; vendrán más
recomendaciones de educaciones técnicas, rápidas, certeras cuando a todas luces
hace falta volver a considerar el criterio y su hermano el concepto como
ejes angulares del aprendizaje. ¿Muy etéreo? He educado por más de 20 años y sé
que no se logra enseñar a leer, demos por caso, cuando no se cuenta con estas
herramientas que para algunos son desastrosamente holísticas… en la misma
medida en que no se las comprende, paradójicamente por la misma pobreza en
capacidad lectora, más se las rechaza. La ignorancia, y valga este cliché, es
un círculo. En el pasado ministerio los estudios indicaban que en Colombia se
requería más formación en carreras ´técnicas’, intermedias, rápidas; hacer en
seis semestres lo que toma diez…un asunto, de nuevo, de pericia gerencial: ¿quién mejor que la directora del Sena para ello? ¿Y para
qué tomar más tiempo si podemos negociar? La educación al fin y al cabo qué es
sino ese proceso nebuloso en que unos aprenden primero, otros después y muchos
nunca…¡negociemos! Pero no todo es tan sencillo; un viejo chiste de mi padre
quien ejerció la medicina, contaba de un tipo que llegaba al médico para recibir
la noticia de que tenía cáncer y era terminal. El personaje le decía al médico bajo los buenos preceptos de la
negociación que él aceptaría el veredicto de cáncer a cambio de que el médico
no insistiera en que la cosa era terminal. Lo siento, los chistes de los médicos
son muy malos, pero este tiene un aire de presagio porque Colombia es el país
del ‘hagámonos pacito’…incluso en aquello en que negociar deja a todos en peor
situación, como en educación: tú me apruebas la materia, yo me encargo de la
matrícula.
El
problema de la educación en Colombia ha de medirse también de cara a la
sociedad. Siempre me ha impresionado la relación que algunos pueblos tienen con
su educación, como los ingleses por ejemplo. Alguien puede haber estudiado el
más eclécticos de los pregrados; egiptología –conocí a un hombre que estudio
‘navegación fluvial en el Nilo en época de los Faraones’-, filosofía, o
finanzas e igual si así lo desea trabajar en un banco. Confían en que su
educación, provenga temáticamente desde donde provenga, les dará criterios
básicos; llenarse de información es tarea más bien fácil que no implica más que
una práctica juiciosa y suele llegar de manera casi inevitable. En Colombia no
confiamos en los criterios inculcados por la sencilla razón de que son el gran
ausente en nuestra educación y repelemos a quienes los tienen o saben usar: estudiar
una carrera no convencional es una condena laboral de por vida. Poco recuerdan
los reclutadores o head hunter criollos que una persona con criterios se
desempeñará en lo que sea…y que la plata obra su propio milagro de limar los
idealismos sociales e igualitaristas que le causan urticaria al gran sistema
corporativo. ¿Acaso no terminaron todos los hippies, los que no viven aún con
sus padres, trabajando para alguna petrolera? No debieron entregar su sueño de
cambiar el mundo; sólo acomodarlo a la idea de que se puede hacer vendiendo
hidro-carburos. En la hermana República de Ecuador, un territorio que vemos
como una extensión del subdesarrollado Nariño, por orden del Presidente, el
maestro de la más insignificante escuela ganará al menos tres mil dólares
americanos. Me disculpo por quienes ven en Correa un charlatán sublimado; pero
no me cabe duda de que no se puede pensar en una mejor medida para volver a
traer talento a la escuela. El químico alemán del siglo XVII Georg Christoph
Lichtenberg en sus conocidos aforismos solía decir que en su patria importaba
más la educación de los caballos que la de los niños: ¿acaso no ganaba más un montador
que un maestro? Me retractaré con mi ex-esposa el día que nuestra nueva ministra
de educación tome una medida semejante, pero lo dudo mucho; pagar bien a los
que saben de aquello que uno gerencia, a los que hacen el trabajo más
importante y de base poco se ajusta a los criterios más eficientes
y técnicos. Y mucho menos a la política.