Qué abstracto resulta ser todo lo que hacen,
qué innecesario y prescindible. Lo ‘etéreo’ no es lo que yo hago, aunque me
pase la vida entre páginas y dramas conceptuales que sólo parecen implicarme a
mí. Quizá todos estemos enredados en sus negocios, pero no por ello son menos
traídos de los cabellos: valores, títulos, confianza, sus amados intangibles. Cuando
se han quedado sin liquidez, este flujo no infeccioso que añoran, nos han
vendido el oxido de sus construcciones imaginarias: Mortage Backed
Securities. Los bancos americanos vendieron por el mundo más 5 billones de
dólares en seguridades respaldadas por deudas. Tanto que todos los bancos del
mundo quisieron comprar la basura de otros bancos, aunque a menudo ustedes se
curan de adquirir sus propios inventos porque saben de qué están hechos. Pero
este era irresistible; lo vendieron dos empresas con nombres de dibujos animados de
los años cincuenta: Freddie Mac y Fannie Mae. Tan abstruso era todo ello que el francés Jean Claude Trichet, presidente del
Banco Central Europeo tuvo que aparecer en los medios para pedirle a los ricos que no compraran cosas
que no entendían. No pensé que llegaría el día en que un francés desaconsejara
lo incomprensible…yo que creía que el
cine galo que veía era raro e impenetrable. Ante Uds, Truffaut palidece, los
versos de Breton y Soupault parecen manuales y la prosa de Antonin Artuad es un
bloque de hierro.
Y al fin y al cabo ¿qué es lo que producen? ¿Con
qué derecho llaman sus retorcidas maneras de meternos las manos en los
bolsillos ‘productos’? Es parte de un plan que raya en la perversidad: si lo deseas lo suficiente, quizá decida
aceptar tu labor y tu dinero; todo
ello me lo darás a cambio del trabajo que me tomaré en gastármelo, porque
el dinero que prestan no es de Uds., es de nosotros. Uds. nos prestan nuestro
dinero. ¡Qué extraños bucles lógicos hay en todo este sucio asunto! Y de ello
viven no solo mejor que nosotros, parasitan obstinados y meticulosos hasta del
último jugo de la vida que nosotros no podemos tener por andar produciendo sus
sueños. Que sea la ocasión de decírselos, es al contrario del comercial; Uds.
nos tiene a nosotros. He imaginado el final del mundo…si fuese por un evento
predecible y gradual, un asteroide en curso de colisión con la
Tierra, por ejemplo…se me interpone una imagen de todas las redes, todos los
medios, los cables y las ondas del aire atiborradas con sus mensajes amenazando
a sus acreedores para que cancelen su deuda antes de lo inevitable. Quizá con
ello puedan arder en el momento del impacto con nuestro dinero en sus manos;
tal vez sólo por tener el gusto de verlos se lo deberíamos dar.
Los expertos financistas nos dicen que los
que así pensamos no entendemos el fenómeno bancario; ¿acaso es un chiste? Claro
que hay algo que se nos ha escapado todos estos años; están en lo cierto, no
entiendo. ¿Qué es lo que me lo impide? No es la falta de costumbre con lo
abstracto: estoy habituado a la filosofía, la música, las menos
representacionales de las artes. Lo que no me permite entender es
indescriptible , es lo mismo por lo cual me sentiría mal de siquieraproponerle
este juego cruel e incomprensible a mi hija:
“Dame todos tus dulces; cuando me preguntes
cuántos duces te tengo, me como uno; cuando me pidas uno de tus dulces me como uno
o dos; tal vez se me ocurra comérmelos todos y para que yo no haga eso me
tienes que dejar comer algunos. Si a mí me da mucha mucha hambre y me como
todos tus dulces o si se me pierden todos y pierdo los dulces de todos los
niños que tengo, tu pierdes tus dulces. Y si no me das los dulces que yo quiero
cuando yo quiero, te voy a poner en una lista para que ninguna otra persona te
pueda volver a dar dulces. ¿Banqueamos?”
¿Qué niño en sus cabales aceptaría semejante
treta? Y, por cierto, ¿de dónde saca uno corazón para jugársela? Y sin
embargo, ¿qué diferencia de fondo hay entre esto y lo que Uds. hacen? Para
precavernos contra la tendencia a ver estos juegos como naturales hará falta
dejar que los niños nos eduquen y nos recuerden que ustedes existen
para generar las condiciones que hacen necesarias que ustedes existan.
Nada de esto desvanece el enigma para mí: el
sistema bancario es un gran misterio similar a la teología esencialista de la
baja Edad Media, en la que lo propio era que su propósito, su sentido y su
preponderancia simplemente es mantener vivo el misterio metafísico mismo que le da vida a la teología esencialista de la Edad Media, la
irracionalidad idealizada; ya no sólo un juego abstracto. ¿Cuáles son los
dogmas que subyacen a sus intrincados sacramentos? Marx decía que la economía
es la metafísica de la clase alta. Nadie como él había entendido el misterio.…me
perdonan que lo mencione.
Pero no vayamos tan lejos; hay cosas de mínima
monta que no entiendo. Todos Uds. lo deben recordar, la crisis de los noventa;
estaban decididos a no dejar ir un ápice, aunque fueron Uds. los que iniciaron
la debacle. Pero los tiempos de crisis son buenos para Uds., tan buenos o mejores
que los de abundancia; en Colombia les regalamos a raíz de ello cuatro de cada
mil de nuestros pesos, por estar en “emergencia financiera”. Una bestia
paralítica se enfurece dando gruñidos sordos y todos nos rendimos. No…nuestro
país no hubiera tolerado que lo hiciéramos por la educación aunque nuestros
niños sean prácticamente analfabetas, o por la salud en un país en el
que aún mueren veinte mil niños al año por gastroenteritis. Ese
salvamento se lo dimos a Uds. creyendo algunos en la publicidad lacónica que
decía que nuestros sueños eran los de Uds. y que si se salvaban nos salvábamos
todos. Ahora,
por sus voceras aguardientosas, han declarado que ya no quieren el cuatro por
mil porque la gente no está ‘bancarizando’
el dinero. Otra de sus altas sacerdotisas se quejaba de que se hubieran dejado
de usar las tarjetas de crédito alegando que con ello habíamos
regresado ‘a la Edad de Piedra’
cuando fue ella quien defendió las altas tazas de intermediación. ¿Un doctorado en economía en Harvard o Yale o Berkeley no bastan para verlo? De premio el
gobierno la mandó al Imperio del Sol Naciente a vivir una vida similar a la de
un Emperador porque no hay gratitud más grande que la que se paga por dar
latigazos en silencio por otro. Pero no todo fue tan discreto; déjenme
recordarles que lo propio de la Edad de Piedra era la usura mortal, el cobrar
la deuda por el mazo y con la vida, en libras de carne. ¿Acaso esto no es el
nombre que se le debe dar al que se lleva una séptima parte de todo negocio en
el que no ha tenido nada que ver?
Épocas primitivas…los niños en clase de historia se
quedan aterrados de que la Inquisición fuera tan cruel de incluir en sus listas
a gentes que por un desliz blasfemaban… un día se ganaba de nuevo la gracia de
Dios y salían de la lista. ¿Cuándo se sale de sus listas de las Centrales de
Riesgo? Eran menos crueles e impenitentes las listas de la Inquisición porque el
Dios de ustedes es un que no siente ira; el gran ojo en la pirámide del dólar
nunca se cierra.
¿Acaso les ha dejado de gustar el dinero de los
pobres, los billetes desleídos manchados del sudor de los días y las
pesadumbres? Que no se nos acuse de ser exponentes del dolor tipificado del
necesitado, del dolor politizado. La estulticia no es fácil de disimular,
incluso para Uds.: en plena crisis, la de los noventa, el banco AV Villas tuvo
que buscar la intermediación del Gobierno porque habían perdido el amado flujo
gracias a que embargaron prácticamente todos los bienes inmuebles de los
clientes y nadie aportaba cuotas mensuales. Literalmente, estrangularon con
ambas manos al marrano y fue el gobierno el que le tuvo que dar respiración
boca a boca. Uds, lo recuerdan, cómo el tuvo que salir y decir ‘Si lo quieren exprimir, no lo tomen por el cuello” ¿Algo lo trae a la
memoria?…son ineptos hasta para lo que dicen ser expertos; “captar”.
Cómo se pulverizan estas lógicas mínimas en su haber…si
el tiempo es dinero, idea que nos queda clarísima por los costos mortales del
crédito en Colombia, sus enormes riquezas, que en el pasado trimestre llegaban
a 7,06 billones de pesos, están montadas sobre el tiempo que les pagamos...en sus
sucursales, en sus filas cuando averiguamos por nuestros dulces, o simplemente
se nos antoja comernos uno. En
alguna época pagué una deuda que contraje en Colpatria como una infección. Las
esperas eran especiosas, específicas, nacionales. Esas oficinas no eran para
nada sitios desleídos en los que abundara esa desazón de los muelles solitarios
y de las estaciones de tren al atardecer. Los locales se llenaban, la unión
colectiva creaba un vaho incontenible que hacía llorar las paredes, que
aflojaba los carteles en los que una familia de ahorradores se abrasaba y
miraba hacia el futuro un logo de Colpatria que era el sol. Los bebés pagaban
la pena también; lloraban la lenta agonía
del mero existir con pugnacidad reclamando a gritos en su lenguaje
incomprensible «¿Por qué? ¿Por qué mamita
me trajiste al mundo para venir a una sucursal de Colpatria?». Si sumara
las horas, los días, las semanas en las que he hecho fila en los bancos la vida
me daría para volarme a Ciguatanejo a restaurar barcos con Tim Robbins y Morgan
Freeman.
A menudo me pregunto cómo perdimos el ímpetu de los indios del Darien salvaje recordado por
el cronista Felipe Guaman Poma de Ayala, quienes durante la conquista de los
españoles y conociendo su sed enferma de oro los ataban de manos y pies para verter
oro fundido en sus bocas mientras les preguntaban ¿de este oro comen ustedes? Con el mismo tenor con el que ustedes
lo harían hoy, no me cabe duda, los españoles respondían, Sí de este oro comemos antes de caer muertos con la barriga llena
de lo que los nativos de ese territorio colombiano llamaban La Mierda del Sol.
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